Paul Cézanne, uno de los pintores franceses más significativos de la segunda mitad del siglo XIX, es generalmente considerado «el padre del arte moderno». Comenzó estudiando derecho en Aix, pero en 1861 se trasladó a París para hacerse pintor. En la capital francesa estudió en la Académie Suisse, realizó numerosas copias en el Louvre y se hizo amigo de Camille Pissarro, con quien comenzó a pintar al aire libre. Expuso con los impresionistas en la primera exposición celebrada en el estudio de Nadar, en 1874, y en la tercera de las muestras del grupo en 1877. Las críticas que recibieron sus cuadros provocarían que Cézanne decidiese no volver a exponer en las siguientes convocatorias del grupo y que se alejase de los circuitos artísticos para comenzar un camino personal. Durante toda su vida residió entre París y el sur de Francia, hasta que en 1900 se recluyó definitivamente en Aix-en-Provence, su ciudad natal.
Cézanne consideraba inseparables forma y color. Su lenguaje pictórico se caracteriza por la utilización de áreas de color planas, aplicadas con pinceladas geométricas, que van configurando la superficie del cuadro.
Sus paisajes, bodegones y retratos rompen con la concepción tradicional de profundidad, definida por planos sucesivos, e intentan captar pictóricamente la estructura interior de las cosas.
Aunque desde sus primeros bodegones realistas de juventud, teñidos aún de un cierto romanticismo, el artista mantuvo un interés permanente por la representación plástica de los objetos inanimados, fue en las composiciones más experimentales de su madurez cuando alcanzó una mayor maestría y desenvoltura.
Botella, garrafa, jarro y limones pertenece a ese conjunto de naturalezas muertas realizadas en los últimos años de su vida, en las que, como escribió el crítico británico Roger Fry , «logró la expresión de los sentimientos más exaltados y de las intuiciones más profundas de su naturaleza»
Más de la mitad de la obra de Cezanne está dedicada al paisaje
Ladera en Provenza' de Paul Cézanne (1890-1892). / NATIONAL GALLERY DE LONDRES
'Curva en lo alto del Chemin des Lauves' (1904-1906). / FUNDACIÓN BEYELER
Durante su voluntaria retirada a Aix, caminaba cada día sobre los campos próximos a su vivienda. Enemigo radical de las carreteras modernas, le fascinaba seguir los senderos y caminos que en sus obras aparecen siempre cerrados al final. Son bellos caminos que no van a ninguna parte o que, en la perspectiva, no se ve la manera de traspasarlos.
Cézanne. fue casi toda su vida un pintor incomprendido, incluso fracasado, como lo había sido Claude Lantier, el protagonista de la novela de Émile Zola L’Oeuvre, en quien Cézanne se reconoció, lo que provocó la ruptura con su amigo de la infancia. Sólo en los años finales de su vida volvió a exponer en la galería de Ambroise Vollard en 1895, en la que sería su primera muestra individual. A partir de ese momento su obra pudo ser vista en otras exposiciones y comenzó a ser valorada y a influir en los jóvenes fauvistas y en los futuros cubistas. Su exposición póstuma, celebrada en París en 1907, fue toda una revelación y desencadenó el comienzo del cubismo.
Esta pintura pertenece a un conjunto de retratos al aire libre que Cézanne pintó en Aix-en-Provence al final de su vida.
La verticalidad de la figura se contrapone a la fuerte horizontal del parapeto de color ocre, y las pinceladas geométricas y transparentes, aplicadas con el óleo muy diluido, descomponen la imagen en pequeños planos de color