lunes, 2 de diciembre de 2013

El hachazo de Malevich

El Stedelijk Museum (Amsterdam) presenta la mayor selección de piezas del vanguardista ruso que luchó por un arte basado en la pura sensibilidad plástica
Malevich abre en el arte una puerta que nadie había pensado que pudiera existir. Hasta él, la pintura se había entendido siempre en referencia a lo real. Efectivamente, la pintura figurativa tenía tanto más mérito cuanto mejor suplantaba lo ausente. Era valiosa, por así decir, en defecto del original. El primer síntoma de la transformación se produjo cuando algunos artistas se dieron cuenta de que la naturaleza no es sólo el aspecto visible de las cosas. En su interior está la energía. Uno de los orígenes de la pintura abstracta es éste: tratar de plasmar esa dimensión invisible de lo real.


Malevich aboga por un arte basado en la “pura sensibilidad plástica”, es decir, desvinculado de toda voluntad representacional. Y este es un cambio radical: dejar de mirar alrededor y en su lugar crear obras que de ninguna manera tratan de cosas, ni de nada que no sean ellas mismas. Pintar lo que sólo puede existir en un cuadro. Por eso se ha denominado también a este tipo de pintura “abstracción concreta”. Por eso Malevich, cuando pinta su Cuadrado negro no lo hace cubriendo la superficie con una gruesa brocha, para acabar cuanto antes un trabajo para el que se requiere poca habilidad. Al contrario: el Cuadrado negro está pintado a base de breves pinceladas impresionistas, que se deleitan en su ejercicio de pintar -solamente y no es poca cosa- un cuadrado negro


A lo largo de 1915 y 1916 el Suprematismo parecería que tuviera como objetivo pintar el infinito “al natural”. En 1917 Malevich escribiría  a Matiuchin: “Me he visto en el espacio, disimulado entre los puntos y las rayas coloreadas; allá, en medio de ellos, parto hacia el abismo. Este verano me he declarado presidente del espacio”.




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